domingo, 23 de octubre de 2011

Reporte de lectura 4

Morin, E. (2001). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Buenos Aires: Ed. Nueva visión. (Saberes 1 y 2)

En el presente cambio de época, necesitamos, igualmente, de un cambio radical de visión del conocimiento en y de la educación. Así que estamos emplazados para lanzarnos a la gran búsqueda del método o los métodos para lograr este propósito, a sabiendas de que no se trata de afanarse por encontrar la nueva teoría total, sino los conceptos vinculantes (G. Bateson), los pequeños enlaces clave, escudriñando y colándose en los intersticios y los engranajes de la inter-multi-pluri-trans-meta-disciplinariedad, para localizar los elementos articuladores de una visión integradora, globalizante, ecológica, planetaria.
Ya en el prefacio se informa que la UNESCO le pidió a Morin que expresara sus ideas sobre el “pensamiento complejo” para contribuir al debate internacional sobre la reorientación de una educación del futuro; Morin advierte en el prólogo que se exponen “problemas fundamentales que han permanecido ignorados en la educación”, pero que no anteceden a ninguna guía ni compendio de enseñanza. Dicho esto, queda claro que en este libro no aparecen ideas simples, reduccionistas, ni técnicas para aplicar en la clase de mañana en la mañana. Esto es, el pensamiento complejo de Morin, en su contribución a la educación del futuro, debe tomarse como un paradigma en construcción. Bueno, aquí están las líneas de fuga, el resto es chamba nuestra. Gracias compadre Edgar.
Saber1. La ceguera del conocimiento: el error y la ilusión.
El talón de Aquiles del conocimiento es la reducción-disyunción, y es la principal causa del error, la ilusión y la ceguera. La disyunción es el rasgo paradigmático dominante que, al separar el conocimiento y los saberes en compartimentos o disciplinas, provoca el error y la ilusión. Ya Bachelard planteaba que el primer obstáculo epistemológico a superar para la investigación y el descubrimiento científico, es el de vencer a las propias ideas, las preconcepciones, prejuicios y sesgos. La “mente humana debe desconfiar de sus ideas”. No sé quién dijo que es más fácil destruir un átomo que una preconcepción. Así, la educación deberá dedicarse a la identificación de los errores mentales y/o cerebrales (falsas concepciones, errores de percepción, auto-engaño, selectividad de la memoria), intelectuales (rechazo de lo afectivo, limitaciones del lenguaje para describir e interpretar la realidad global, negación de información inconveniente o ideas anómalas a nuestras propias teorías o doctrinas), de la razón (fallas de las funciones de control: del entorno, de la práctica, de la cultura, del prójimo, del propio control cerebral, funciones que son vitales para la autocorrección); las cegueras paradigmáticas y la impronta normalizadora están en la base de la cultura Occidental (disyunciones: sujeto/objeto, filosofía/ciencia, calidad/cantidad, sentimiento/razón); y, la noología, que se refiere a la mente-voluntad propia de nuestras ideas, mitos, fantasmas y daimons que nos poseen y nos hacen victimas de nuestra propias ilusiones autoindulgentes, mitomanías y sensaciones de ser todopoderosos e hiperconscientes. Habría que convertir estas diagonales (/) separadoras y excluyentes, en guiones (—) vinculantes, para transformar estos errores e ilusiones en capacidades para la construcción de un paradigma de pensamiento complejo, abierto a las posibilidades creadoras, de exploración y descubrimiento que brindan la incertidumbre y lo inesperado. Pareciera que, en efecto, “el cerebro humano está hecho para sobrevivir y no para buscar la verdad”, así que el papel de la educación está en civilizarnos, para aprender a conocer, y así poder llegar a un conocimiento pertinente.
Saber 2. Los principios de un conocimiento pertinente.
Ante la imperfección cognitiva generada por una visión fragmentaria del mundo, necesitamos hacernos de otras filosofía, epistemología y metodología complejas para avanzar(nos) a una nueva perspectiva de los problemas del ser humano y del mundo, hacia una  visión planetaria. No podemos entender los problemas del planeta mientras permanezcamos en un conocimiento dividido por disciplinas.
Para que un conocimiento sea pertinente, Morin dice que no propone un método de aplicación sino unas bases para ir construyendo un método para aprender a conocer. No se trata de acumular conocimientos sino de contar con principios de selección y organización de conocimientos (saberes y representaciones) de la vida cotidiana, teóricos e internos. Para esto la educación tendría que promover dos aspectos formativos simultáneos:
a) Una aptitud general para plantear y analizar problemas
Apoyar una capacidad para interrogar, orientada hacia los problemas relevantes fundamentales (de nuestro entorno y de nuestro tiempo). Implica ir integrando una inteligencia general (filosofía) que desarrolle el espíritu problematizador, —que a partir de la duda (lo incierto y lo inesperado) busque “repensar el pensamiento”, que incluye el arte de la argumentación y de la discusión—, como base de un conocimiento reflexivo e interrogativo de los conocimientos científicos y las artes; y una cultura general nutrida por las propias ciencias y la literatura.
b) Principios organizadores que permitan vincular los saberes y darles sentido.
·         el contexto; hay que ubicar las informaciones y los elementos de un sistema o fenómeno en su contexto para que adquieran sentido.
·         lo global (las relaciones entre el todo y las partes); las partes están ligadas de manera interretroactiva u organizacional, en un todo a la vez organizador y desorganizador.
·         lo multidimensional; el ser humano y la sociedad tienen que concebirse como unidades complejas, con múltiples dimensiones, para analizar e inteligir aisladamente una parte del todo o las partes unas de otras, de manera holográmica.
·         lo complejo; los elementos de un todo son inseparables y existe un tejido interdependiente, interactivo e interretroactivo entre el objeto de conocimiento y su contexto, las partes y el todo, el todo y las partes, las partes entre ellas, de modo que la complejidad es la unión entre la unidad y la multiplicidad.
El conocimiento pertinente también implica, por definición, un saber actualizado y en constante transformación.
De lo anterior, podemos sacar por lo menos una conclusión: se necesita una concepción compleja del conocimiento, del sujeto que conoce y del objeto de conocimiento.
Aquí están un par de piezas para hacernos un Modelo para armar… un nuevo paradigma:
Conjunción/disyunción          Vs.      Conjuncióndisyunción
Así, las disyunciones que hemos comentado, se reconstruyen en conjunciones:
Sujetoobjeto, filosofíaciencia, calidadcantidad, sentimientorazón
Es necesario cambiar la forma de pensar la educación. El pensamiento está enclaustrado dentro de un paradigma reduccionista. “Se necesita un nuevo tipo de pensamiento complejo, a la vez sistémico, multidimensional y ecológico, que tenga en cuenta la dinámica del Todo. El pensamiento está entrelazado con el sentimiento, la sensación, la emoción y la acción” (Moriello).

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